lunes, 5 de marzo de 2007

A grandes males, grandes remedios


El Real Madrid necesita un cambio radical. Y cuanto antes, mejor. Se trata de un equipo que se ha mantenido durante toda la temporada tambaleándose con el único aliento de la esperanza. La esperanza de que Barcelona, Sevilla y Valencia fallaran para mantenerse en el grupo de cabeza, esperanza de que los fichajes de invierno revitalizaran un bloque desunido y envejecido, y, sobre todo, esperanza de que el Bernabéu y el espíritu de la Liga de Campeones mantuvieran viva una llama que ya tiene fecha de caducidad: el 30 de junio. Sin embargo, el primer factor está, a estas alturas de la película, más que 'quemado'. El miedo escénico que el coliseo blanco provocaba en los rivales se ha tornado en pavor, pero para los propios jugadores madridistas, acostumbrados a recibir todo tipo de hálagos, pero incapaces de sostener una crítica en forma de pito o pañolada. Y claro, cuando la sucesión de empates te conduce a una derrota final en el campeonato (no lograr el objetivo), cuando no existe ni rigor táctico, ni criterio para jugar la pelota, ni ambición ofensiva, corres el serio peligro de que, en el momento en el que te abandone la suerte, toda tu casa se derrumbe. Eso le ha pasado a Capello, que ha sellado sus dos últimas 'Primitivas' esta semana: la primera, y más decisivo, en Münich, donde podría firmar su sentencia; la segunda, en el Camp Nou, donde Ronaldinho, Etoo y Messi podrían darle la puntilla. Eso sí, el tampoco arriesgo mucho más que su prestigio, ya que el premio lo tiene asegurado en forma de suculento finiquito.

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