Nos hemos llevado seis meses hablando del buen fútbol que ha practicado el Barcelona por momentos, de la diferencia abismal que existe entre su juego y el del Real Madrid, cada vez más pobre. He aquí la paradoja de que llegado el clímax de la temporada, ambos se encuentren casi en el mismo punto de partida. Digo casi porque el equipo de Rijkaard se mantiene vivo en la Copa del Rey tras su exhibición en La Romareda. Sin embargo, en la carrera por un título de mayor calado (Liga y Champions) las dudas siguen abiertas en los dos bandos. 
Tanto Rijkaard y su fútbol espectáculo como Capello y su racanería infinita afrontan la hora de la verdad. "Fichamos a Capello porque nos garantiza resultados a corto plazo", comentó Mijatovic cuando contrataron al veterano técnico italiano. Pues bien, mañana en Munich tendrá su primer examen de verdad, su primera prueba de fuego que puede reafirmar su credibilidad hasta junio o terminar con su persona en una pira al más puro estilo fallero. Un empate ante su máximo rival europeo en la historia de la entidad le valdría para seguir soñando con la décima. 
Al Barcelona, por el contrario, sólo le clasificaría una nueva machada. La derrota en el Camp Nou obliga al actual campeón de Europa a olvidarse de su cansancio físico, de la pérdida del liderato, y centrar todos sus energías en sacar partido más que nunca de su enorme caudal ofensivo (Etoo, Messi, Ronaldinho, Deco, Xavi, Iniesta, Giuly...). Eso, y silenciar una de la casas sagradas del fútbol europeo. Y es que ya se sabe que el Liverpool nunca camino solo.
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